Intriga Personal

“Me apasiona la enseñanza; disfruto, quizá de un modo narcisista, induciendo en los demás el interés por problemas que me intrigan personalmente” Jerome Bruner


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Educación y tecnologías

Dos revistas españolas traen artículos interesantes sobre las tecnologías. La primera es la Revista Universidad y Gestión del Conocimiento de la UOC y la Revista de Educación del MED de España. Pueden consultar los artículos y contribuciones que traen cada una.

Yo sugiero revisar los siguientes:

En la revista de la UOC recomiendo leer el trabajo de Ismael Peña-Lopez, «De los portátiles a las competencias. La superación de la brecha digital en educación». Este es el resumen que publica la revista: La mayoría de la literatura existente que trata de la brecha digital en el sistema educativo se centra en las escuelas o universidades, aunque pocas veces vemos un enfoque vertical donde se tenga en cuenta el sistema en conjunto. En este artículo, identificamos las iniciativas que intentan tender un puente sobre la brecha digital en la situación actual de la educación superior. Tratamos por qué las políticas que se centran en las infraestructuras (p. ej., portátiles) no son la respuesta, puesto que principalmente dejan las competencias digitales desatendidas, conduciendo a (o no contribuyendo a corregir) el vacío digital en las universidades en materia de habilidades. Finalizamos con la propuesta de un marco de referencia general para definir las capacidades digitales de forma que se incluyan en los programas de estudios en todas las etapas del recorrido educativo. El artículo se puede descargar aquí.

En la revista del MED, el artículo de Gutierrez y otros, «La formación de los futuros maestros y la integración de las TIC en la educación: anatomía de un desencuentro». Si bien está centrado en la realidad española, encuentra tendencias que pueden ser comunes a muchos de nuestros países. El resumen del artículo es como sigue: El objetivo de este artículo es analizar la repercusión de la formación inicial del maestro en la integración de las TIC en las aulas de la enseñanza obligatoria de nuestro país. Con ese propósito se estudian las posibilidades que ofrece la nueva legislación sobre la formación del profesorado en TIC, así como las  dificultades con las que puede encontrarse su desarrollo, prestando especial atención a los conocimientos y actitudes de los estudiantes de Magisterio. Para sustentar el análisis, se utilizan los datos obtenidos a través de la aplicación a una muestra de 863 estudiantes de Magisterio, de  diferentes campus, de cinco escalas: Percepción de Conocimientos sobre TIC (PCTIC), Percepción de Conocimientos sobre TIC aplicadas a la Educación (PCTIC-E), Escala de Ansiedad hacia los ordenadores, Gusto por el uso de ordenadores y Actitudes hacia el uso de las TIC en las aulas. La existencia de correlaciones entre escalas permite establecer grupos de estudiantes caracterizados por sus puntuaciones tomadas de manera conjunta. Entre otros resultados se constatan los insuficientes conocimientos y las actitudes, en muchos casos negativas, de los estudiantes, y se comprueba que el alumnado de Magisterio no está tan familiarizado con las TIC como se piensa. También cómo incluso los usuarios habituales de nuevas tecnologías ignoran su potencial didáctico y las posibles formas de integración en los currícula de la enseñanza obligatoria. La posibilidad de considerar las TIC como medios de expresión creativa, de participación democrática, queda lejos de las percepciones de los actuales estudiantes de Magisterio. Como conclusión, se propone una mayor incidencia en la formación inicial de los maestros para conseguir con éxito la integración curricular de las TIC en la educación básica, ya que es éste el momento ideal para predisponer positivamente a los maestros hacia la integración curricular de las TIC y hacia la alfabetización digital. El texto completo de la Revista puede ser descargado aquí.


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Ciencia para el desarrollo

Un reciente artículo de la Dra. Fabiola León-Velarde, rectora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, ha llamado fuertemente mi atención. El artículo se titula «¿Estamos preparados para ser  un país globalizado?» y fue publicado hace unos días en el diario Gestión. El artículo aborda dos puntos principales: se necesita más inversión en ciencia y tecnología ( mucho más de la cifra actual que equivale al 0.15% del PBI) y mejorar la educación en ciencias creando incentivos apropiados para ello como becas de investigación a jóvenes talentosos.

Dice en el artículo:

El futuro de una sociedad depende de la formación de sus ciudadanos. La educación es la esencia de ese proceso. En este sentido, el Perú presenta un rezago educativo incompatible con su pretensión de país global. Los maestros reciben un mínimo de cursos en los campos de las ciencias, que no llega al 20% del total de su programa formativo. Las sociedades exitosas surgen de las naciones preparadas para producir nuevos conocimientos. Invertir en educación y en investigación científica, fue siempre el camino para el desarrollo pleno de una sociedad, pero lo es más manifiestamente en tiempos de globalización, cibernética y quiebre entre economía, medio ambiente y humanismo.


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Actitud crítica: pausa vs. inmediatez

La última contribución del maestro Luis Jaime Cisneros en su columna Aula Precaria en el diario La República se titula «Los peruanos y la actitud crítica».

Comentando los avisos recientes de muchas universidades y centros de estudios superiores, Luis Jaime advierte sobre las promesas e ilusiones que ofrecen muchos de estas instituciones. No es posible avanzar en estos estudios, sin embargo, si no se ha desarrollado una actitud atenta y crítica, ante las diversas ideas, corrientes de pensamientos o afirmaciones que se encuentran por doquier. Dice Luis Jaime:

«Claro que hay quienes se confunden ante la presencia de gente arrogante que pretende establecer juicios inconmovibles, carentes de todo examen reflexivo. Eso nada tiene que ver con la ‘actitud crítica’, que supone  una predisposición del ánimo para no privarse de someter a análisis todo cuanto se ofrezca en la lectura o en la realidad. La escuela debe defender esta tarea porque ha quedado esclarecido que la “crítica es una actividad cultural y pedagógica”, como lo explica hoy el rumano Adrián Marino, en cuya obra descubrimos que “todas las operaciones reconocidas como críticas no son sino diferenciaciones y especializaciones siempre más complejas del enseñar y aprender a través de la lectura”. Si la escuela debe formar ciudadanos para este mundo globalizado, y entrenarlos para que puedan moverse en un medio cultural interdisciplinario, donde ya no es tan fácil reconocer todos los recovecos del conocimiento, la actitud crítica mantiene alerta la inteligencia, arma indispensable para la búsqueda del conocimiento.»

Tener la inteligencia abierta y alerta: nada tan importante hoy en medio de esta saturación de información, este bombardeo de imágenes, textos, música, contenidos que es propio de la era de Internet, de las redes sociales. El problema no es, muchas veces, la falta de datos, sino todo lo contrario, el exceso. Me contaban sobre un estudiante de primer año de universidad, acostumbrado en el colegio alternativo en que estudió a buscar siempre diversas fuentes para hacer sus trabajos. Discutía con sus compañeros de grupo, que provenían de otros colegios privados, que le decían: «Mira,en este libro hemos encontrado todo lo que nos piden. ¿Por qué insistes en buscar otros?» Nada tan peligroso como el conformismo intelectual, como la repetición en paporreta de los argumentos del gurú de moda. Se requiere cierta distancia, cierta pausa (no propia en estos tiempos de agitación e inmediatez, de «modernidad líquida» como la llama Zygmunt Bauman) para poder sopesar los argumentos, las ideas, y formarse una opinión propia. Y ese es la tarea principal de los centros de estudio superior, pero que es algo que tiene que partir desde la escuela, desde los primeros años de la primaria.


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Blogs y redes sociales: ¿amenaza u oportunidad para la educación?

blogseducationEl diario Clarín, de Argentina, en su versión online del pasado 10 de marzo, presenta las conclusiones de un reporte reciente de la consultora Nielsen, en el cual se menciona que los blogs y las redes sociales (tales como Facebook) «están creciendo dos veces más rápido que cualquiera de los otros cuatro sectores más desarrollados de Internet (buscadores, portales, descarga de software y mails)». Las redes sociales son ahora parte fundamental de la experiencia en línea de gran parte de la población mundial y esto ya tiene un impacto significativo en los negocios.

Tendríamos que preguntarnos cuál es el influjo que tendrá esto en educación. Por un lado, plantea todo un reto parala formación de profesores, quienes sólo podrán aprovechar las posibilidades que ofrecen las tecnologías, la Web 2.0 si ellos mismos están convencidos de su importancia y la utilizan para su propio desarrollo profesional. El uso de blogs y de las redes sociales en Internet tienen un potencial enorme y, para algunos, son parte de las nuevas habilidades del siglo XXI (alfabetización digital) que deberán ser incorporadas en el currículo.

Les sugiero ver este video preparado por el profesor Wesch, de la Universidad Estatal de Kansas que presenta de manera sugerente lo que piensan los estudiantes universitarios hoy, sobre la educación, sobre sus metas, y sobre como la cultura digital y la Web está cambiando la forma de aprender.


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Impostores y confianza

(c) Tomado de http://es.xkcd.com

(c) Tomado de http://es.xkcd.com

Con el perdón de los críticos literarios, me pareció genial. ¿Cuánto del trabajo académico está basado en el manejo más o menos fluido de un lenguaje críptico que sólo conocen algunos entendidos? Por otro lado, muestra que gran parte de la relación profesor – alumno está basada en la confianza, en la percepción – fundada o no- de que es alguien que puede guiarnos en el aprendizaje, y que basa su autoridad en sus mayores conocimientos o experiencia sobre un tema.

Me hace acordar algo que sucedió hace muchos años cuando estudiaba filosofía. En uno de los cursos introductorios sobre la historia de la filosofía, se corrió la voz de que el profesor joven que acababa de aparecer en el salón no era realmente el profesor del curso, sino uno de los estudiantes de último año que nos estaba jugando una broma a nosotros, estudiantes nuevos en la universidad. La clase se tornó agresiva y durante la hora y media siguiente muchos compañeros hicieron preguntas absurdas (o incluso agresivas como «¿Cuál es el mínimo de clases que tengo que asistir para que me apruebe?») con el fin de desenmascarlo. Lo cierto es que todos terminamos la clase convencidos de que sí, era un impostor y que le habíamos hecho saber que nos habíamos dado cuenta…

Mayor fue nuestra sorpresa cuando a la clase siguiente apareció la misma persona, con lo que se confirmó que sí era el profesor y nos habíamos equivocado. Sin embargo, durante todo el resto del semestre vivimos en una permanente tensión, con una sensación (dolorosa supongo para nuestro joven profesor que tuvo la mala suerte de haber sido involucrado en ese malentendido) de que no se llegaba a establecer uan adecuada relación de confianza. La autoridad del profesor no pudo ser reconstruida. Para ver como esta confianza básica e inicial es fundamental para un clima de aula que favorezca aprendizajes.


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Universidades «cota mil»

En Chile se ha dado recientemente un interesante debate sobre las llamadas universidades «cota mil». Felipe Berrios, un cura jesuita director del programa Un Techo para mi País, publicó un artículo en El Mercurio el 3 de enero sobre una visita que hizo para dar una charla en el postgrado de una de las universidades exclusivas que hay en Santiago que quedan en las estribaciones de la cordillera, más arriba de los  1,000 metros sobre el nivel del mar («cota mil»), es decir los barrios más «pitucos» de la ciudad. En tal universidad, en medio de los jardines bien cuidados y el silencio, alejado de los problemas del resto de la ciudad, Berríos decía sentirse como «extranjero en mi propio país». Y no sólo lamentaba eso, sino que se preguntaba sobre qué visión del país tendrían los profesionales que salieran de esa universidad. 

Las reacciones no se hicieron esperar: muchos criticaron la sobresimplificación del análisis del jesuita, señalando que el lugar donde se ubica una universidad no tiene que ver con sus opciones; o que no se valoraba la búsqueda de la excelencia académica vs. la poliquería de muchas otras universidades. Otros atacaron directamente al autor del artículo y le hicieron recordar su propio origen social y el hecho de que muchos jóvenes de dichas universidades «de la cota mil» eran los voluntarios de los programas sociales que el mismo dirigía, o lo defendieron señalando la irresuelta situación entre educación superior para ricos y otra para pobres. Otros análisis fueron menos apasionados y se han centrado luego en lo que Carlos Peña ha llamado el sistema «endogámico» de las universidades chilenas, que tienden a reproducir las élites. Algunos de estos comentaristas abogan por democratizar el acceso, para que sea en función del mérito pero corrigiendo las diferencias que se originan desde la época escolar debido a las mayores oportunidades que tienen los estudiantes de niveles socioeconómicos altos (ver la recopilación de artículos que hace J.J. Brunner en su blog. La polémica continúa)

late-june-001-704416Discusiones como éstas no pueden sernos ajenas. Si bien nuestro sistema no es tan segmentado como el chileno, existen las mismas tendencias. Aquí no tenemos una cota mil, pero puede ser válida la pregunta sobre para qué país, para qué realidad forman nuestras universidades. ¿En qué medida, dado que la educación escolar tiende a ser segmentada, son las universidades espacios donde se reconoce y acepta la diversidad, se abre el horizonte a la complejidad multicultural, multilingüística de nuestro país, se forjan compromisos concretos y tangibles con un desarrollo más equitativo, sostenible de nuestras ciudades, comunidades y la zona rural? Esas son tareas pendientes, en muchos casos, no sólo de las oficinas de extensión universitaria, sino de la institución toda. Si es así se podrá conseguir lo que plantea el Proyecto Educativo Nacional en su objetivo estratégico 5: «Educación superior de calidad se convierte en factor favorable para el desarrollo y la competitividad nacional.»